El otro día nos fuimos de paseo al Támesis. Nos sentamos junto al río, en uno de los banquitos que lo bordean. Era de tarde y hacía un Sol de lujo en esta ciudad normalmente gris y lluviosa. En frente de nosotros podíamos ver las Casas del Parlamento y su reloj de juguete: el bello Big Ben, para mí un patrimonio de la humanidad (¡y que por cierto el parlamento se puede visitar de forma gratuita!). Esperábamos que encendieran las luces de la noche sobre el sitio y el atardecer era hermoso. Había mucha gente a nuestro alrededor. Es así, Londres siempre está lleno de gente en los lugares turísticos y hay gente de todas partes del mundo. Al tiempo, a nuestro lado se sentó una pareja con sus dos hijos. El hijo pequeño a cada momento me tropezaba, lo cual a mí me causaba gracia pero su mamá no dejaba de disculparse con una linda sonrisa hasta que me dijo: “está en pleno proceso de educación”.
Es normal que la gente te busque conversación en Londres, porque hay muchos extranjeros, gente curiosa, gente como nosotros que está conociendo la ciudad. La señora, muy joven, nos preguntó en inglés: ¿de dónde son? De Venezuela, decimos. Y en eso comienza a hablarnos en español. Instantáneamente me cayó bien, una persona sencilla, alegre, calmada y feliz, con unos grandes ojos azules. Nos contó que estaban paseando por Europa para mostrarle a sus dos hijos pequeños dónde habían vivido, pues estuvieron un tiempo en Barcelona, estudiando hace años. Su esposo era arquitecto y ella había estudiado cine, o algo por el estilo. Durante la conversación saltábamos del inglés, al español y ella de cuando en cuando nos hablaba en portugués. ¡Eso me encanta! Qué divertido es practicar la comunicación con gestos y palabras! Eran de Belo Horizonte, Brasil.
También me dijo que habían visitado unos amigos en Francia y me comentaba que se le habían quitado sus preconcepciones en cuanto a la “frialdad” de los franceses, pues tenían buenos amigos ahí que les dedicaban todo su tiempo cuando estaban de visita. Me recordó a una amiga mía que dice que su segunda casa es Francia. Me comentaba que al principio la gente en Francia puede ser distante, pero cuando te consideran un amigo, eres alguien más de la familia. Me gusta pensar que lo que cambia de un lugar a otro en el mundo es la forma de ser pero he notado que no varía demasiado, bueno, al menos desde mi punto de vista. Me gusta decirme a mi misma cuando conozco un lugar que me sorprende: “tienen otra manera de ser”. Tal vez en un sitio pueden muy efusivos o más dados a la sonrisa. Mientras que en otros sitios varía el sentido del humor y también lo que los hace reír. ¡Esto de describir un lugar y su gente es tan difícil sin caer en clichés despectivos!
Seguimos conversando e inclusive hablamos de los costos de pasear y vivir en Londres y de que por ejemplo para ellos (y para nosotros!) lo que estábamos haciendo, eso de pasar una tarde en contemplación (jajajaja!), era lo mejor y lo más económico. Total que estuvimos hablando como dos horas, sobre Europa, la llamada crisis, los cambios que sufren los países a lo largo del tiempo, de la cantidad de inmigrantes en Londres, etc. Todo muy relajado.
Al final la señora me dijo: “estamos aquí para abrirle la mente a nuestros hijos” y sonrió. Eso me causó mucha gracia, en realidad me encantó. Y sí, ciertamente, nada mejor para ampliar la conciencia que ver otros lugares, que hablar con gente de otros sitios, que ver la movida de otras ciudades, nada mejor para eso que preguntarse cómo vive la gente en el lugar que visitas pero desde mi punto de vista es mucho más enriquecedor vivir en el sitio. Es realmente asombroso cómo esto de abrir la mente es muy difícil de explicar. Yo diría que es algo así como no dar las cosas por sentado y también a no tomarte nada de forma personal. También me dijo: "este es nuestro legado para el mundo, nuestros hijos y queremos dejar un buen legado", lo cual me pareció muy tierno. En fin, gente buena, sencilla y agradecida con la vida.
Siempre recuerdo a mi hermana que tiene un tiempo fuera de Venezuela (y lo disfruta mucho), quien me decía: “¿sabes qué Alejandra? Esto yo no se lo digo a nadie, ni se lo recomiendo a nadie, pero yo te lo digo a ti, que eres mi hermana y que me entiendes: sal de Venezuela para que sepas lo que es vivir en otro lado. Simplemente hazlo”. Yo me digo a mi misma: aunque regrese a Venezuela en poco tiempo o en mucho tiempo, siempre recordaré estos meses fuera de mi país.
Les dejo una de las fotos que tomé esa tarde.