02 agosto 2012

Olimpíadas London 2012

No es bueno dejar pasar una ocasión. Siempre dicen que hay que aprovechar las oportunidades. Así que quiero dejar un pequeño testimonio aquí en mi blog de encontrarme fortuitamente aquí en Londres durante las olimpíadas. Cuando hace un poco más de dos años salí de Venezuela no sabía que esta ciudad iba a ser la sede de las olimpíadas en el 2012. Aunque no soy deportista y mi atracción hacia el deporte no es muy aguda, admiro profundamente ciertas disciplinas deportivas tales como la gimnasia y los clavados. Creo que es por su nivel de dificultad y por el esfuerzo y empeño que ponen los atletas en ello, así como la belleza que se esconde detrás de un cuerpo estirado, danzando y dando tres mortales en el aire. Me impresiona que un ser humano pueda hacer ciertas cosas con su cuerpo que parecen desafiar a las personas que no creen en imposibles y que gustan de cercenar los sueños de los demás.
Tengo cierto amor por las olimpíadas también porque me trae buenos recuerdos de la niñez, de una vacaciones de esas largas de agosto, cuando el Sol brilla en el cielo y las tardes pasan lentamente entre juego y juego. Así pasé una de ellas: viendo a los clavadistas y a las gimnastas hacer sus secuencias asombrosas durante alguna de estas olimpíadas. ¿Que tienen cosas negativas las olimpíadas? Sí, pues, como todo, y podrían salir largas listas de ironías, pero ya sabemos que aquí prefiero dejar alguna huella de los hermosos detalles detrás de las cosas. Espero poder tomar fotos en un futuro de gimnastas haciendo sus prácticas

Así que he tomado algunas fotos para el futuro. ¿Y qué mejor lugar para colgarlas que en la red? Donde pueden estar disponibles desde cualquier lugar del mundo donde me encuentre y en donde la pueden apreciar la gente que quiero no importa dónde estén. Maravillosa invención esta de Tim Berners-Lee (creador de la web). Aunque no he entrado en la Villa Olímpica aún, aquí les dejo algunas fotos del ambiente olímpico en Londres. Es curioso, se esperaba que la ciudad estuviera colapsada y todo luce una gran calma. Pero sigue siendo bella y atractiva. O mejor dicho: seductora.
Espero volver con más frecuencia por aquí. Un saludo a todos.

  Cielo de Londres

The public at The Scoop

ocaso love

Funny chairs

Los ganadores de las medalla de Oro y Plata de ciclismo: Uran and Vinokurov - Men Road Race

07 abril 2012

Puerta de entrada y corazón ligero

El papel en blanco, o mejor dicho, esta pantalla en blanco que me dispongo a llenar de palabras hoy me llama.

Hay que decidirse por dónde entrar, no a una casa, sino a un país. Y no me refiero a entrar físicamente, sino a por dónde empezar a conocerlo si se quiere amar al menos un poquito y que deje de ser escurridizo.
Que lo puedas tomar en las manos y entenderlo un poco y por qué no, inventarlo para que la estadía en él se haga ameno. Así que me decidí por un pequeño libro como puerta a Inglaterra. Al llegar de Venezuela me compré Orgullo y Prejuicio para leerlo en inglés y compré otros libritos relacionados con la historia, que ya me había guiñado el ojo en Venezuela como les conté en un post anterior. Así que mi punto de partida o tal vez punto de referencia para andar por estos lados del mundo es la época de la Regencia inglesa, la cual apenas estoy empezando a entenderla, pero no con apuro sino como aquel que llega a un lugar y empieza a ver relajadamente, haciéndolo suyo y ajustándolo a la medida.

Así que ahora casi que escucho los cascos de los caballos golpeando contra las piedritas de las calles londinenses mientras paseo por las pequeñas calles detrás de la calle Picadilly, viendo las vidrieras de las galerías de arte o echando un vistazo a la preciosa librería Hatchard, la más antigua del Reino Unido, que tiene varios pisos y cuando vas subiendo la madera de los peldaños cruje debajo de tí.

Dar un paseo en soledad hasta Kenwood House, una preciosa casa construída en el Siglo XVIII, ahora un museo donde entre otras cosas reposa un autoretrato de Rembrant, también ayuda a recrear la atmósfera de la época. Normalmente entro a Hampstead Heath, camino a paso rápido, para hacer un poco de ejercicio, y voy agradecida por el paisaje.
  Caminos que aparecen

Nunca deja de sorprenderme la belleza del lugar, lo cual es una suerte, porque si se pierde la capacidad de asombro se pierde un poco la dicha y como saben los buenos momentos no están siempre disponibles. Así que hay que tener la voluntad para fabricarlos o de recurrir al entorno en su búsqueda. Luego de caminar un buen trecho, entro en el bosquecito y los pajaros se empiezan a escuchar entre los árboles.

puente

De pronto, en un claro, la casa empieza a vislumbrarse y luego se vuelve a ocultar, es como un juego que el bosque quiere hacernos, escondiendo y mostrando la casa, para al final dar paso al bonito momento cuando aparece la mansión frente a la cual reposan unos pequeños lagos (artificiales o no, en esta historia no tiene importancia).
Siempre se me alegra el corazón. Esta pequeña foto no le hace justicia, pero quiero tenerla aquí en el blog.

kenwood House

Así que hace poco fui a dar mi paseo vespertino con mi mente transportada dos siglos atrás con el simple objetivo de querer un poco más a Londres y bueno, imagínense cuál fue mi sorpresa cuando me encontré con lo que parecía ser una visión sentada en un banco. El corazón me dio un vuelco. Sin pensarlo me acerqué y le dije: ¡Luces maravillosa sentada ahí! Hasta yo misma me asombré de mis palabras. Ella respondió con un amigable gracias. Luego le pregunté si le podía tomar una foto y la timidez que me aparece en esos momentos ni si quiera se le ocurrió asomarse. Que alegría poderle tomar fotos contra el paisaje de Hampstead Heath. Fui rápida. Le mostré las fotos y para mi sorpresa estaba dibujando al carboncillo el paisaje frente a ella. Me alejé para no molestarla más pero claro sintiendo muchas ganas de hablar con ella. Lo que me inquietó no fue encontrarme sentada ahí sino que me pareció natural que ella estuviera ahí. 
Es lo que hace el simple poder de la imaginación. Fue maravilloso y mi tarde terminó regresando a casa con un corazón ligero.

blog-6136

16 marzo 2012

De pianos y cerezos


cerezos
De Kentish Town tomé un autobus hasta Archway. Decidí no sentarme en el segundo piso del bus o dobledecker, como lo llaman aquí. Normalmente lo hago, pero tan sólo restaban unos diez minutos hasta la última parada. Así que me fui hacia atrás y me senté a lado de un señor que lucía bastante mayor. Traté de no sentarme sobre su traje que caía hasta el asiento. Me recordó a mis abuelos, quienes ya muy mayores tenían un olor característico que yo pensaba que era propio de mis abuelos hasta que supe que mucha gente de edad van con ese olor por el mundo. En eso noté que un señor que se estaba bajando del autobus, parecía que dejaba una bolsa en el lugar donde se pone el equipaje. Le avisé, pero el señor, que lucía como del mundo árabe, no pareció entenderme o tal vez hizo como si no me entendiera. Se bajó del autobus y dejó la bolsa atrás. En eso, el señor sentado a mi lado me preguntó que si era de Chipre. "No, soy de Venezuela", le dije. "Ah, ¡Venezuela!, ¿y queda cerca de qué país?" me preguntó. "Al lado de Colombia y de Brasil", le dije. Me dijo que yo lucía como si fuera de Chipre y hasta que no vaya a Chipre, me imagino que no sabré bien por qué. ¿Por el pelo? ¿La Naríz? El señor pasó entonces a contarme que había llegado a Londres hacía mucho tiempo. Que había llegado en el año 1951, cuando era muy joven. Una imagen de Londres de la época entonces me vino a la mente. Una ciudad llena de humo, recién salida de la guerra, los hombres con sombreros caminando por la calle y el racionamiento de la comida aún presente. Me dijo que había sido distribuidor de pianos.  Me contó que había viajado por toda Inglaterra y seguramente más allá. Me dijo que entregó un piano que la reina iba a tocar, pero no entendí bien en cuál lugar. Me dijo que un día habían subido un piano cuatro pisos y que luego el piano no pasó por la puerta. Y en otra oportunidad, tuvieron que desmontar una ventana para meter el piano dentro de la casa, pues el cliente estaba desesperado por tocar el piano. Me dijo que eran pianos de una marca reconocida. En ese momento la marca me pareció familiar. Me mencionó a los pianos Stainer, pero esos no eran. "¡Que trabajo tan interesante!" exclamó y me contó que lo había hecho por diez años. Ahora paseaba en autobus por todo Londres con su tarjeta de la tercera edad. Me agradaba verle la cara, llenas de marquitas de la vejez y muy arrugada. Tenía frío y me dijo que antes le parecía que el mes de marzo era más caliente, que era mejor. "Pero", dijo, "tal vez sea que estoy viejo". Y le dije: "No, hoy el día está muy frío y está gris". Confieso que no quería llegar a la parada. Quería escuchar más sobre su historia. Y tal vez si los dos hubieramos sido personajes de una película, hubieramos terminado en un café charlando un rato. Le hubiera hecho muchas preguntas sobre su vida y sobre Londres. Pero éramos personas de la vida real.
Fascinantes siempre las historias de las personas. A veces veo a una persona mayor y trato de imaginármela de joven o inclusive de niño, corriendo por ahí. Otras, veo a un niño y me lo imagino mayor, tal vez llevando una vida feliz o amargada. Normalmente el tipo de vida que llevará se lo atribuyo a la mirada de la madre o el padre que lo lleva. ¿Será tranquilo? ¿Amable? ¿Estudioso? ¿Delincuente? ¿Trabajador? ¿Superficial? ¿Rencoroso? ¿Será feliz? Tantas opciones. Formas de ser para elegir.

Esa luz que conoces

Cerezos en flor
Cerezos en flor, Regent's Park, Londres.