Algunos invernaderos están desgastados, llenos de óxido, lo cual le añade un toque romántico al paseo dentro de ellos. Algunos son viejos y el hecho de verlos ya nos hace pensar que nos encontramos en otras épocas. O que tal vez el presupuesto no alcanza para restaurarlos un poco, aunque confieso que me encanta verlos así de viejitos.
Parecieran que están pensados no sólo para conservar la humedad y el calor para las plantas que en ellos hay, sino también para apreciar la vista de los grandes jardines que se extienden a lo lejos.
O para que sus detalles se confundan con las plantas que hay en ellos.
En un invernadero hay nenúfares.
Quedé impactada al verlos. No sólo porque son lindos sino por el tamaño de las hojas. Nunca había vista unos nenúfares con esos tamaños tan grande de hojas. Es curioso que las haya visto por primera vez aquí en Londres siendo ellos tropicales.
En otros invernaderos, como este que lleva el nombre de la Princesa Diana, el cual me impresionó mucho, pueden encontrar una bella exposición de plantas. A mí me gustó mucho ver los cactus de todos colores y tamaños, algunos muy extraños, porque no estoy acostumbrada a verlos. Sin embargo, me encantó ver a las orquídeas, pues una vez más recordé el jardín de la casa de mis padres, pues ellos tienen una pequeña colección de orquídeas.
También hay pequeños lagos y espacios extensos llenos de árboles.
Inclusive una pagoda (al fondo la puedes ver).
O casas que sirven como restaurante o que guardan una historia.
También se puede caminar a la altura de las copas de los áboles y apreciar la vida del parque desde arriba.
Los caminos dentro del parque son deliciosos de recorrer.
Los jardines de Londres son razones de peso para querer estar aquí. No dejan de asombrarme.