Una de mis pasiones en la vida es leer. Cuando era pequeña me quedaba horas y horas leyendo y era tanto que recuerdo una vez en la que mi mamá me dijo que parara y que saliera al jardín a jugar. Siempre recuerdo ese día, porque me asombraron mucho sus palabras. Pero mi libro estaba tan bueno que yo le dije que por favor se esperara, que ya iba a dejar de leer.
Recuerdo claramente cuál era el libro y la poltrona de mi casa donde yo estaba sentada mientras afuera el día transcurría bañado del típico Sol tropical, un escenario que contrastaba con los fríos e inhóspitos lugares descritos en el libro.
Todavía recuerdo cómo el libro fue a parar en mis manos. Con mis diez años fui a buscarlo a la biblioteca del colegio luego de ver la película y le pregunté a la bibliotecaria si lo tenía. La señora Scherer, como se llamaba, me encantaba. Tenía un fuerte acento estadounidense y a muchos niños no les gustaba porque lucía severa, pero a mí me fascinaba. No sé si era justamente porque era diferente. La recuerdo alta y seria.
Ella me respondió:
- Aquí en la biblioteca no está pero yo lo tengo.
Cierro los ojos y me parece verla a ella inclinando su gran cuerpo hacia adelante para decirme solemnemente:
- Pero no es un libro para niños.
Esa frase hizo que aumentara mi intriga, así que le insistí:
- ¡Por favor! ¿Me lo puede prestar?
- Muy bien, pero recuerda que me lo tienes que cuidar mucho y devolver en buen estado.
Al día siguiente tenía el libro en mis manos. Una edición con las letras impresas a dos tonos, verde y rojo, para diferenciar los dos relatos que se contaban al mismo tiempo en el libro. La inicial de cada capítulo correspondía a una letra del abecedario y estaba bellamente adornada con una ilustración. Yo lo tocaba como si fuera un tesoro.
El libro era "
La historia interminable" de
Michael Ende y hasta hoy lo recuerdo como uno de los libro que más cariño le tengo. En esa epoca adoraba las historias de aventuras. Me gustaba perderme dentro de relatos protagonizados por héroes audaces. Pero de este libro en particular me gustaba el desfile de personajes que tenía, todos ellos valientes, la mayoría extraños, llenos de una sabiduría profunda, muchas veces encriptada, que a mi me encantaba descrifrar. Por supuesto, el relato era una historia épica. Los protagonistas tenían que recorrer muchos lugares fantásticos, salvándose de grandes pelígros, pero siempre aprendiendo alguna lección.
Creo que ese fue el punto de inflexión en mi viaje de lectora. Desde ahí empecé a leer otro tipo de libros, no necesariamente para niños, aunque aún seguía jugando con muñecas. Y más aún, desde ese momento empecé a tratar con supremo cariño los libros que me prestan y cada vez que regreso uno en perfecto estado me recuerdo de la bibliotecaria. Esas son las sutilezas que se pueden aprender en un breve momento de vida.
Así que por ello quise hacer una ilustración para impulsar el amor por la lectura. Más adelante quiero hacerla en español, pero como me encuentro en Londres, pues me pareció más adecuado hacerla con el lenguaje del lugar. En ella pueden ver algunos clásicos de la literatura universal. De ellos me he leído todos menos uno. Algún día les diré cuál.