13 marzo 2010

Cambio

Lo más dificil, me parece, que uno tiene que enfrentar cuando decidimos agarrar nuestras maletas y marcharnos, es la sensación de incertidumbre. He estado reflexionando mucho al respecto. Solemos tener la creencia, al estar en algún lugar, en alguna casa, empleo o país que la situación como está, bien o mal, durará para siempre. Solíamos pensar por ejemplo que la niñez no pasaría, que la sensación de tener quice años duraría para siempre, que siempre seríamos jóvenes estudiantes universitarios y que los amigos y familiares siempre iban a ser los mismos, siempre los encontraríamos revoloteándo a nuestro alrededor. Pero sucede que la vida es cambio, nada permanece. Quisieramos poder asir el presente, poder asir el ahora, el instante que pasa, pero no hay nada más imposible que eso. Tal vez una foto nos permita congelar un recuerdo, pero será en un tiempo sólo eso: un momento en nuestro pasado. Hay un libro que tiene un título que me encanta y es Todo lo sólido se desvance en el aire. El libro habla un poco del hombre de nuestra época, que trata de buscar seguridad y de envolverse dentro de cosas que cree que nunca desaparecerán. Pero la realidad es que todo pasa y que no hay nada seguro en la vida. La vida siempre se está moviendo de un lado a otro. Nada se mantiene a lo largo del tiempo, sólo el cambio. Y en algún momento nosotros no estaremos aquí. Me pongo a pensar en lugares de Caracas que en otras épocas brillaban de esplendor, donde se ofrecían bailes al son de orquestas, donde la gente llegaba con sus trajes largos, seguras de que al día siguiente encontrarían el mismo lugar intacto. Ahora, vagamente, estos lugares apenas subsisten en el caótico día a día de la ciudad capital con su arquitectura que anuncia el paso del tiempo. Y pienso en viejas casas, demolidas por los gobiernos para hacer pasar por ahí alguna autopista. Me pregunto si alguna vez sus dueños se preguntaron si su casa desaparecería.

Lo maravilloso de esto, de darse cuenta del movimiento de las cosas, es que nos trae una especie de sensación liberadora, pues al saber que muchas de las cosas que pensamos que son permanentes no estarán para siempre, nos permite emprender un comienzo con un mayor desapego de las cosas que dejamos atrás. Es la única forma de volver a empezar. Nuestro semblante se llena de optimismo al recordar que en alguna época de la vida no viviamos en el lugar de donde nos vamos, que en algún momento no nos rodeaban las personas que nos rodean y que por lo tanto en el llamado futuro estarán otras personas, otras casas, otras calles que se nos harán familiares con el paso del tiempo. Y el ciclo nuevamente comenzará.
Les dejo estas flores de trinitarias del jardín. Saludos a todos.


Ellas las trinitarias

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