16 marzo 2012

De pianos y cerezos


cerezos
De Kentish Town tomé un autobus hasta Archway. Decidí no sentarme en el segundo piso del bus o dobledecker, como lo llaman aquí. Normalmente lo hago, pero tan sólo restaban unos diez minutos hasta la última parada. Así que me fui hacia atrás y me senté a lado de un señor que lucía bastante mayor. Traté de no sentarme sobre su traje que caía hasta el asiento. Me recordó a mis abuelos, quienes ya muy mayores tenían un olor característico que yo pensaba que era propio de mis abuelos hasta que supe que mucha gente de edad van con ese olor por el mundo. En eso noté que un señor que se estaba bajando del autobus, parecía que dejaba una bolsa en el lugar donde se pone el equipaje. Le avisé, pero el señor, que lucía como del mundo árabe, no pareció entenderme o tal vez hizo como si no me entendiera. Se bajó del autobus y dejó la bolsa atrás. En eso, el señor sentado a mi lado me preguntó que si era de Chipre. "No, soy de Venezuela", le dije. "Ah, ¡Venezuela!, ¿y queda cerca de qué país?" me preguntó. "Al lado de Colombia y de Brasil", le dije. Me dijo que yo lucía como si fuera de Chipre y hasta que no vaya a Chipre, me imagino que no sabré bien por qué. ¿Por el pelo? ¿La Naríz? El señor pasó entonces a contarme que había llegado a Londres hacía mucho tiempo. Que había llegado en el año 1951, cuando era muy joven. Una imagen de Londres de la época entonces me vino a la mente. Una ciudad llena de humo, recién salida de la guerra, los hombres con sombreros caminando por la calle y el racionamiento de la comida aún presente. Me dijo que había sido distribuidor de pianos.  Me contó que había viajado por toda Inglaterra y seguramente más allá. Me dijo que entregó un piano que la reina iba a tocar, pero no entendí bien en cuál lugar. Me dijo que un día habían subido un piano cuatro pisos y que luego el piano no pasó por la puerta. Y en otra oportunidad, tuvieron que desmontar una ventana para meter el piano dentro de la casa, pues el cliente estaba desesperado por tocar el piano. Me dijo que eran pianos de una marca reconocida. En ese momento la marca me pareció familiar. Me mencionó a los pianos Stainer, pero esos no eran. "¡Que trabajo tan interesante!" exclamó y me contó que lo había hecho por diez años. Ahora paseaba en autobus por todo Londres con su tarjeta de la tercera edad. Me agradaba verle la cara, llenas de marquitas de la vejez y muy arrugada. Tenía frío y me dijo que antes le parecía que el mes de marzo era más caliente, que era mejor. "Pero", dijo, "tal vez sea que estoy viejo". Y le dije: "No, hoy el día está muy frío y está gris". Confieso que no quería llegar a la parada. Quería escuchar más sobre su historia. Y tal vez si los dos hubieramos sido personajes de una película, hubieramos terminado en un café charlando un rato. Le hubiera hecho muchas preguntas sobre su vida y sobre Londres. Pero éramos personas de la vida real.
Fascinantes siempre las historias de las personas. A veces veo a una persona mayor y trato de imaginármela de joven o inclusive de niño, corriendo por ahí. Otras, veo a un niño y me lo imagino mayor, tal vez llevando una vida feliz o amargada. Normalmente el tipo de vida que llevará se lo atribuyo a la mirada de la madre o el padre que lo lleva. ¿Será tranquilo? ¿Amable? ¿Estudioso? ¿Delincuente? ¿Trabajador? ¿Superficial? ¿Rencoroso? ¿Será feliz? Tantas opciones. Formas de ser para elegir.

Esa luz que conoces

Cerezos en flor
Cerezos en flor, Regent's Park, Londres.

3 comentarios:

Barbarelha dijo...

Ale que post tan bello! Que bueno verte por flockr de nuevo. Un beso

montse cf dijo...

Me alegro mucho volver a verte de nuevo por aqui :)

Alejandra Click dijo...

Hola Barbarelha! Gracias! Espero estar más a menudo en este rincón de internet.

Hola Montse! Gracias! Sí, tengo que seguir con este pequeño proyecto!

Un abrazo a las dos!