Cuando fuimos la brisa soplaba fuertemente y hacía un Sol inclemente. Salvo por las ruinas en sí mismas, no hay rastaurantes o tiendas de recuerdos, así que el lugar parece estar inmerso en el silencio. El día que fuimos no había mucha gente, así que fue muy agradable caminar por la vieja ciudad. Hermoso andar sobre lo que se cree que fue el templo de Atenea y explorar lo que fueron las habitaciones de los pobladores.
Al rato nos fuimos a dar un chapuzón en la playa de enfrente y al final del día nos aventuramos a recorrrer la isla un poco más, por la zona menos poblada pero no menos bella. Seguimos por la costa y empezamos a subir las montañas y luego de pasar varios pueblitos, llegamos al castillo de Monolithos, construido por los Caballeros de la Orden de San Juan, un lugar que parecía suspendido en el tiempo y que transmitía la sensación de estar apartado de la civilización. Los cencerros de las cabras se escuchaban a lo lejos y tuvimos la suerte de llegar para ver el atardecer, en lo que para mí fue el lugar más mágico de la isla.
Por aquí seguiré la próxima semana.
2 comentarios:
Qué preciosidad, sublime ese atardecer...
La ciudad en sus tiempos tuvo que ser bien bonita con vistas al mar. Bonito recorrido, me encantan los paseos a través de la historia.
Besos
Hola Andrea!
Me imagino la ciudad en su época y como dices debió de haber sido espléndida, si las ruinas sobrecogen.
Muchas gracias por tus palabras!
Abrazos!
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